por Graciela E. Dopico
Mis hijos serán poetas, locos
apasionados, delgados, bohemios y locuaces.
Les prohibo abogados grises o ministros
locutores sonrientes, bodegueros.
Serán fotógrafos de crepúsculos y oboes
anémicos y de ojos asombrados
o no serán nada.
Zapatillas de baile rosas y gastadas
anunciarán a Tschaicovsky
le pondrán coreografía a un cuadro de Toulousse
o no serán nada.
Cuando grandes
los pongo contra el sol y les explico
del amor, de las sombras
del lenguaje ritual y sin palabras
los suicidas, los puros, los sin nombre.
Los seguirán los gatos, las ardillas
comerán ostras sin pagar la cuenta
encontrarán perlas y un recuerdo.
Eso serán.
Eso serán.
Y aquí va mi testamento:
les dejo una clave de sol y algunos libros
ningún traje de novia y una biblia
una caja de zapatos azul y con sorpresas.
El día de mi muerte
adornen con tulipanes los espejos
no se abriguen demasiado
porque es mentira que en los cementerios
hace frío y espanto,
mi sonrisa les calentará los labios
cuando estén camino a casa.
Publicado en Lilith Nº 2 (primera época), diciembre de 1978. Sólo por pedido.
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