jueves, 30 de abril de 2009

Sonido animal

La musical comunicación de los animales

por Osvaldo Sánchez

Desde aquí adentro veo una tarde con forma de ventana. El invierno tira sobre las últimas hojas su primer frío gris; lo único cálido me espera a mitad de camino entre los pocos reflejos de luz y este café. Junto al árbol rugoso un perro escarba el piso mientras en lo alto algunos pájaros formulan su impasible barullo.
¿Todo lo que suena es música? Intento remozar mi prehistoria metiéndome en los rincones del instinto. Pero algo falla, no recuerdo bien. ¿Cuántas centurias hace que perdí mi lado animal?

I. La esencia es la misma
Sobre los vidrios descubro ya una llovizna de suaves golpeteos. Los elementos le ponen ritmo a mis pensamientos.
El sonido se mide por vibraciones; cuantas más vibraciones por segundo posee un sonido, más agudo es. Cuantas menos, más grave.
Gran parte de los animales tiene un oído mucho más fino que el ser humano; perros y caballos captan el doble de vibraciones. Elefantes y reses perciben infrasonidos, es decir, vibraciones que están por debajo de la percepción humana, siendo éstos muy bajos o graves. Con menor cantidad de vibración llegan más lejos, por ello algunos animales pueden escuchar a una distancia de hasta cuatro kilómetros. El oído del murciélago es tan fino que puede sentir las pisadas de una hormiga.
Los insectos se reparten virtudes. Algunos captan ultrasonidos y otros infrasonidos. Los hay con membranas parecidas a tímpanos en todo su cuerpo o con delicados pelos aptos para reconocer las ondas vibratorias.
Las ondas vibratorias que los humanos podemos percibir son las que viajan por el aire. Pero bajo el agua también existe un universo sonoro ya que prácticamente no hay pez que no emita sonido alguno. Los peces oyen mediante un órgano que no sólo es sensible a las ondas sonoras, sino también a las variaciones de presión. Ruidos como de pesadas cadenas, como motores, como tambores y violines, como llamados de guerra suenan por rincones subacuáticos. De manera directa las personas no podemos escuchar todo eso, se necesitó mucha tecnología para descubrir este submundo sonoro ya que nuestro oído no está preparado como los órganos sensoriales de los peces, que sirven para percibir vibraciones viajando por el agua. Se necesita un sonido muy potente para ser escuchado por una persona sumergida, aún así deberá estar muy cerca del emisor.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 7. Sólo en librerías o por pedido.

lunes, 27 de abril de 2009

Günter Grass:

a cinco decenios del desencanto

por Luis Benítez

Un rostro duro y desencantado -como la mayoría de sus páginas en prosa y verso- exhibe este hombre de 76 años que es uno de los mayores escritores europeos vivientes y figura clave de la literatura de la centuria pasada. La modernidad no puede ser concebida sin la presencia de Günter Grass y su obra, entre otras múltiples razones, porque le brindó al último medio siglo el estilo y la argumentación, más el tono escéptico necesarios para comparar y comprender la médula de los trasfondos y matices de las más optimistas intentonas de vanguardia, tanto en el campo político como en el estético. A través de toda su obra, Grass nos recuerda, una y otra vez, que detrás de las más pretenciosas ideologías, creaciones y actitudes de la cultura -entendida en su acepción más amplia, como el conjunto de las actividades de la humanidad- se esconde la fuerte verdad de que, en definitiva, ellas son su praxis, o sea, lo que terminan haciendo de ellas los hombres.

“Ein jung Günter, mein Oberbefehlshaber” -”Un muchacho Günter, mi comandante en jefe”- repuso el soldado.
Recién llegado a la barraca donde los oficiales y la tropa rasa alternaban por igual, el Oberbefehlshaber Von Läis se había interesado por el muchachito al que acababan de liberar de aquel campo de concentración norteamericano, justo en el momento en que él había sido trasladado.
El sargento de artillería que le había respondido su distraída pregunta agregó: -Era de la Luftwafe, Herr Oberbefehlshaber. Creo que auxiliar de tercera o algo así. Estaba herido cuando llegó al campo.
Pero ya el Oberbefehlshaber Von Läis había perdido todo interés en ese muchachito alto, demacrado y de aire infantil -futuro Premio Nobel de Literatura- que había visto salir hacia la libertad. Después de todo, al chico le esperaba la vida civil y a él Nuremberg.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 9. En quioscos y librerías.

Aguante Kafka

(o del husmear una estrictura)

por Patricio Leone

¿Por qué insistir con Kafka? ¿Por qué dedicarse nuevamente a ejecutar un proceso de disección psíquica de su obra y no extasiarse con la lectura ingenua de quien fuera, a mi entender, uno de los más grandes escritores de la historia?
Porque Kafka nos lleva hasta ahí. Como un plano inclinado que nos empuja a meternos en los minúsculos e inmensos recintos de los juzgados donde K. libra su batalla en El proceso, o empantanarnos en la nieve de aquella callejuela iluminada y oscura donde el agrimensor de El castillo espera vanamente un carruaje. O contemplar entre horrorizados y subyugados al gigantesco e ínfimo insecto de La metamorfosis.
El enigma es qué produce (a) un escritor y, en el caso de Kafka, esta incógnita se magnifica en la medida en que su escritura es de una potencia tal que seduce a miles de artistas que abrevan en sus páginas. Los surrealistas consideraban a Kafka como el primero de ellos, y desde Barthes ("he ahí una respuesta de Kafka a todo lo que se investiga actualmente en torno a la novela: que finalmente es la precisión de una escritura ­ -precisión estructural, desde luego, y no retórica; no se trata de ‘escribir bien’-” la que compromete al escritor en el mundo...) a Camus, quien sostiene con una belleza que aturde: "el mundo de Kafka es, en verdad, un universo indecible donde el hombre se da el lujo torturante de pescar en una bañera, sabiendo que no saldrá nada", pasando por Borges, que confiesa: "Yo he escrito también algunos cuentos en los cuales traté ambiciosa e inútilmente de ser Kafka", la obra de Kafka provocaba un encandilamiento garrafal.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 9. En quioscos y librerías.

Albert Camus

Discurso del 10 de diciembre de 1957 en la municipalidad de Estocolmo, al finalizar el banquete que clausura las ceremonias de asignación de los premios Nobel.

por Albert Camus

Al recibir la distinción con que ha querido honrarme vuestra libre Academia, mi gratitud era tanto más profunda porque bien medía yo hasta qué punto semejante recompensa sobrepasa mis méritos personales. Todo hombre y con mayor razón, todo artista, desea que se lo reconozca. Yo también lo deseo; pero no me fue posible enterarme de vuestra decisión sin comparar su resonancia con lo que realmente soy. Cómo un hombre joven, rico tan sólo de deudas y con una obra aún no acabada, acostumbrado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, no iba a enterarse con una suerte de terror de una decisión que, de un golpe, lo colocaba, solo y reducido a sí mismo, en medio de una luz cruda. Por otra parte, ¿con qué espíritu podía recibir ese honor en un momento en que en Europa, otros escritores, entre los más grandes, están reducidos a silencio, y en el momento mismo en que su tierra natal experimenta una desdicha sin tregua?
Conozco ese desorden y esa turbación interior. Para recuperar la paz tuve que acomodarme a una suerte demasiado generosa. Y, puesto que no podía igualarme a ella apoyándome exclusivamente en mis méritos, para ayudarme no encontré otra cosa sino lo que me sostuvo, en las circunstancias más contrarias, a lo largo de toda mi vida: la concepción que tengo de mi arte y del papel de escritor. Permitidme tan sólo que, animado por un sentimiento de gratitud y amistad, os diga del modo más sencillo posible, cuál es esa gratitud.
Personalmente no puedo vivir sin mi arte. Pero nunca lo he colocado por encima de todo. Por el contrario, si me es necesario, lo es porque no se aparta de nadie y me permite vivir, tal como soy, al nivel de todo el mundo. A mis ojos el arte no es un goce solitario. Es un medio de conmover el mayor número de hombres posibles, ofreciéndoles una imagen privilegiada de los sufrimientos y de las alegrías más comunes. El arte obliga, pues, al artista a no aislarse. Lo somete a la verdad más humilde y universal. De manera que quien, a menudo, eligió su destino de artista porque se sentía diferente, bien pronto se da cuenta de que no nutrirá su arte y su diferencia, sino confesando su semejanza con todos. El artista se forja en ese ir y venir constante de él a los otros, a mitad de camino de la belleza, de la que no puede prescindir, y de la comunidad, de la que no puede apartarse. Por eso los verdaderos artistas no desprecian nada; se obligan a comprender en vez de juzgar. Y, si toman un partido en el mundo, éste no puede ser sino en una sociedad en la que, según las grandes palabras de Nietzsche, ya no reinará el juez sino el creador, ya sea trabajador, ya sea intelectual.
El papel del escritor, por eso mismo, no se aparta de los deberes difíciles. Por definición, hoy no puede ponerse al servicio de los que hacen la historia: el escritor está al servicio de los que la padecen. De otro modo quedaría privado de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no lo arrancarán de la soledad aún, y sobre todo, si él consiente en marchar al mismo paso que ellos. Pero el silencio de un prisionero desconocido, abandonado a las humillaciones en el otro extremo del mundo, basta para hacer salir al escritor de su exilio, por lo menos cada vez que logra, en medio de los privilegios de la libertad, no olvidarse de ese silencio y hacerlo resonar por los medios del arte.
Ninguno de nosotros es lo bastante grande para semejante vocación. Pero, en todas las circunstancias de la vida, oscuro o transitoriamente célebre, aherrojado por la tiranía o libre por un momento de expresarse, el escritor puede reencontrar el sentimiento de una comunidad viva que lo justifique, con la sola condición de que acepte, lo que más pueda, las dos cargas que hacen la grandeza de su profesión: servir a la verdad y servir a la libertad. Puesto que su vocación es reunir el mayor número de hombres posible, ella no puede acomodarse a la servidumbre y a la mentira que, donde reinan, hacen proliferar las soledades. Cualesquiera sean nuestras debilidades personales, la nobleza de nuestra profesión tendrá siempre sus raíces en dos compromisos difíciles de mantener: negarse a mentir lo que uno sabe y resistirse a la opresión.
Durante más de veinte años de una historia de locura y delirios, desvalido y extraviado, como todos los hombres de mi edad, en las convulsiones de la época, me vi, pues, sostenido por el sentimiento oscuro de que escribir era para mí un honor, porque ese acto obligaba y obligaba no sólo a escribir. Me obligaba, principalmente, a sobrellevar, tal como yo era y según mis fuerzas, con todos los que vivían la misma historia, la desdicha y la esperanza que compartíamos. Esos hombres nacidos a comienzos de la primera guerra mundial, que llegaban a los veinte años en el momento en que se asentaban el poder hitlerista y los primeros procesos revolucionarios, para completar su educación en la guerra de España, en la segunda guerra mundial, en el universo que se concentraba, en la Europa de las torturas y de las prisiones, tienen hoy que educar a sus hijos y realizar sus obras en un mundo amenazado por la destrucción nuclear. Supongo que nadie puede pedirles que sean optimistas; es más aún, creo que debemos comprender, sin dejar de luchar contra ellos, el error de los que en una puja de desesperación reivindicaron el derecho al deshonor y se lanzaron a los nihilismos de la época. Pero lo cierto es que la mayor parte de nosotros, en mi país y en Europa, han rechazado ese nihilismo y se han puesto a buscar una legitimidad. Tuvieron que forjarse un arte de vivir en tiempo de catástrofe, para nacer por segunda vez y luchar en seguida, a cara descubierta, contra el instinto de muerte que obra en nuestra literatura.
Evidentemente cada generación se cree dedicada a rehacer el mundo. Sin embargo, la mía sabe que no lo rehará. Pero acaso su misión sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga. Heredera de una historia corrompida, en la que se mezclan las revoluciones frustradas, las técnicas que llegan a un grado de locura, los dioses muertos y las ideologías extenuadas, en la que poderes mediocres pueden destruirlo todo, aunque ya no saben convencer, en la que la inteligencia se ha rebajado hasta convertirse en servidora del odio y la opresión, esta generación tuvo, en sí misma y alrededor de ella, que restaurar, partiendo únicamente de sus negaciones, un poco de lo que constituye la dignidad de vivir o de morir. Frente a un mundo amenazado por la desintegración, en el que nuestros inquisidores están a punto de establecer para siempre los reinos de la muerte, nuestra generación sabe que debería, en una especie de carrera loca contra el tiempo, restaurar entre las naciones una paz que no sea la de la servidumbre, reconciliar de nuevo trabajo y cultura, y reconstruir con todos los hombres un arco de alianza. No es seguro que alguna vez pueda llevar a cabo semejante tarea; pero sí es seguro que, en todas las partes del mundo, se mantiene ya en su doble empeño de verdad y de libertad y que, llegado el momento, sabe morir sin odio por ese compromiso. Esta generación merece que se la salude y se la estimule donde se la encuentre y, sobre todo, donde ella se sacrifica. En todo caso, a ella quisiera yo, seguro de vuestro profundo acuerdo, remitir el honor que acabáis de hacerme.Al propio tiempo, después de haber proclamado la nobleza del oficio de escribir, habría remitido al escritor a su verdadero lugar, pues éste no tiene otros títulos que los que comparte con sus compañeros de lucha, vulnerable pero obstinado, injusto y apasionado por la justicia, que construye su obra sin vergüenza ni orgullo, a la vista de todos, siempre dividido entre el dolor y la belleza, y dedicado, en fin, a extraer de su ser doble, las creaciones que él procura tenazmente edificar en medio del movimiento destructor de la historia. ¿Quién de esto, podría esperar de él soluciones acabadas y hermosas teorías morales? La verdad es misteriosa, evasiva, y siempre hay que conquistarla. La libertad es peligrosa, difícil de vivir, así como es enardecedora. Debemos marchar hacia esas dos metas, penosa pero sueltamente, seguros de antemano de los desfallecimientos que habrán de sobrecogernos en tan largo camino. ¿Qué escritor se atrevería entonces, de buena fe, a convertirse en predicador de la virtud? En lo que a mí se refiere, tengo que decir una vez más que no soy nada de eso. Nunca pude renunciar a la luz, a la felicidad de ser, a la vida libre en la que crecí, pero aunque esta nostalgia explica muchos de mis errores y de mis faltas, ella me ayudó sin duda alguna a comprender mi oficio y me ayuda aún hoy a mantenerme, ciegamente, al lado de esos hombres silenciosos, que no soportan en el mundo la vida que se les ofrece, sino por el recuerdo o el retorno de breves y libres momentos de dicha. Reducido, pues, a lo que realmente soy, a mis límites, a mis dudas, así como a mi fe difícil, me siento más libre de mostrarles, para terminar, la extensión y la generosidad del honor que acabáis de acordarme, también más libre de deciros que quisiera recibirlo como un homenaje a aquellos que, participando del mismo combate, no recibieron ningún privilegio, sino que, por el contrario, conocieron la desdicha y la persecución. No me quedará sino, pues, agradecerles con todo mi corazón y hacer públicamente, en testimonio personal de gratitud, la misma y vieja promesa de fidelidad que todo artista verdadero se hace día a día a sí mismo, en silencio.

Nota en la edición impresa de Lilith Nº 6. Sólo en librerías o por pedido.

Rompecabezas de una tragedia

Vida y muerte de Marilyn Monroe

por Rubén Sacchi

El cadáver de la rubia yace en la confortable cama de la lujosa casa en Los Angeles. A su lado, un par de oscuros sujetos limpian las huellas de su crimen. Dejan un frasco de Nembutal sobre la mesa de luz, poderoso sedante, para que el dosaje que acaban de inyectar directamente en la vena de su víctima se entienda como suicidio y así la muerte quede libre de sospechas. Las investigaciones pueden llegar a ser muy molestas, y hasta peligrosas. Rojo, blanco... negro: por la ventana entrecerrada alcanzan a penetrar las intermitencias de las luces de neón, proyectadas por un enorme anuncio de Coca Cola. Rojo, blanco: los colores del imperio que penetran no sólo en esta penumbra, sino hasta en la inexpugnable cortina de hierro, llevando la ilusión de apagar la sed del consumo insaciable; negro: la ausencia de luz, el color de la noche o la muerte que, desde hace escasos minutos , sobrevuela el aposento. Los colores del imperio omnipotente y omnipresente, Gran Hermano que supera lo ficcional literario, que decide la vida y la muerte de las personas pero que, tal vez por soberbia, queda a merced de cuestiones menores, descuidos impensables en semejante estructura, deslices que pueden provocarle fisuras y hasta el definitivo derrumbe.
Ahora están buscando un diario que puede ser tan peligroso como ella, la rubia platinada de voluptuosas curvas, no está allí. Van al bungalow de huéspedes, saben que su archivo es la segunda y última posibilidad pero, luego de violentar la cerradura, comprueban que allí tampoco.
Esta escena no saldría de lo común en un film de los hermanos Coen, ni tendría nada de original en un policial negro al estilo de Raymond Chandler o John Le Carré. Nada, si no hubiese sido presenciada, y hasta inspirada, por el entonces fiscal general de los Estados Unidos y hermano de su presidente: Robert Kennedy.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 6. Sólo en librerías o por pedido.

domingo, 26 de abril de 2009

Víctor Marcelo Clementi

Intento

Una luz vanidosa ata mi cuerpo,
el recuerdo, un espejo que miente:
nunca fue como lo presentí,
apenas alenté la menor humillación.

Y si así no fuera
sería lo mismo,
amarro los entonces
para no discutirme.


Antes

antes que palabra fui culpable
sombra en la cerradura
el pasado de un patio
una foto del más allá

no sé qué excusa diseñe de ahora en más
para volver a perdonarme.

Más poemas en Lilith Nº 3, sólo en librerías o por pedido.

Para comerte mejor

Apuntes sobre antropofagia

por Rubén Sacchi

500 AÑOS EN EL FUTURO

Octubre de 2492. El Gobierno Único Totalitario, bendecido por la Iglesia Unificada, se apresta a celebrar el primer milenio de la conquista de América. Ese territorio, otrora virgen, irredento y henchido de frutos es hoy una mole de rascacielos, polución y ­hacinamiento. Ya no hay nada por penetrar, ocupar, habitar, ni restos de comida que hallar en la basura.
Tres naves espaciales, simbólicamente con forma de carabelas, serán las protagonistas de una colosal aventura: el descubrimiento de otros planetas que den alimento a la raza humana. En tanto, en la Tierra, la superpoblación asiste al espectáculo consumiendo los escasos alimentos existentes y completando su pobre dieta con la ingesta de cadáveres que, prolijamente descuartizados, son envasados al vacío y frizados para su venta en grandes cadenas de supermercados, solucionando así dos de las más terribles falencias del sistema en vigor: el hambre y la escasez de tierra donde enterrar los muertos.
Este relato de espanto, que bien cabría tildar de ciencia ficción, puede convertirse en la realidad del mañana. Los estómagos más refinados no evitarán un ligero retortijón al leer estas líneas, habrá quien no contenga una arcada y, seguramente, quien grite: "¡Jamás!", esgrimiendo razones de naturaleza humana. "Eso es cosa de animales", ­agregarán. Sin embargo, la historia y costumbres del hombre están plagadas de hechos similares, no precisamente la de los animales.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 3. Sólo en librerías o por pedido.

Cayetano Santos Godino

y los orejudos del fin del mundo

por Oscar Oriolo

Entre 1902 y 1947 funcionó en el fin del mundo, Ushuaia, el Presidio y Cárcel de Reincidentes. De entre los personajes y leyendas que se forjaron, tanto dentro como fuera del perímetro del penal y que aún siguen resonando, podemos rescatar algunos casos elegidos no demasiado azarosamente.
El histórico militante anarquista Simón Radowitzky estuvo preso entre 1911 y 1930 por haber ajusticiado, mediante la explosión de una bomba, al entonces jefe de la policía Ramón Lorenzo Falcón, célebre represor de obreros. Radowitzky fue el único preso que consiguió fugarse de la penitenciaría; vestido con ropas de guardiacárcel huyó a Chile donde, luego de 23 días de libertad, fue recapturado.
Herns, conocido como serruchito, era tratante de blancas; asesinó a su socio suponiendo que, si no lo mataba, su propia vida corría riesgo de caer en manos de éste. Descuartizó su cuerpo y lo arrojó, con peso extra, a los lagos de Palermo. Confió en el peso del tórax y supuso que no necesitaría suplementarlo. No contó con que los ­pulmones lo harían flotar: esa fue su condena. Irónicamente desarrolló tareas de carnicero en el presidio, teniendo gran precisión con las articulaciones y descuartizando reses con habilidad, maestría y, por supuesto, fruición. En algún reportaje que le hicieron dentro del penal dijo que "estaría libre si hubiese sabido algo de anatomía".

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 5. Sólo en librerías o por pedido.

El impredecible señor Lovecraft

Acerca de Hongos de Yuggoth

por Juan Carlos Licastro

Dos hombres descubrieron Plutón en 1930. Uno de ellos lo hizo a través de un telescopio y se llamó Clyde W. Tombaugh. El otro, nacido en la ciudad de Providence (Rhode Island) un 20 de agosto de 1890, lo hizo en sus poemas infernales, donde moraban extraños seres llegados desde los confines del espacio. Howard Philips Lovecraft, ya que de él se trata, bautizó a ese mundo con el misterioso nombre de Yuggoth. Tombaugh obtuvo unas fotografías tomadas el 23 y el 29 de enero desde su observatorio de Arizona, dando cuenta del suceso. El universo se extendía más allá de Neptuno. El sol, desde ese nuevo planeta, se veía mil veces más tenue que desde la Tierra y su superficie era totalmente helada y tenía una luna a la que se la denominó Caronte. Lovecraft supuso la existencia de hongos sobre el suelo plutoniano. Para su libro, que no fue publicado en vida del autor, escribió 36 sonetos, algunos de ellos ciertamente inquietantes. La revista Weird Tales, en la que colaboraba asiduamente como dibujante Margaret Brundage, compró diez por 35 dólares y el Providence Journal adquirió cinco más, que se dieron a conocer posteriormente. Algunos periódicos locales, sin mayor trascendencia, divulgaron los restantes. El autor, para construirlos, había usado un tratado poético del siglo XVIII, siglo que amaba, pero su talento fue inferior al que presentarían en versos August Derleth y Clark Ashton Smith, contemporáneos suyos. En dichos sonetos se propone un pasado remoto rodeado por tinieblas y un presente amenazado. Heredero de Edgar Allan Poe, Lord Dunsany y M.R. James, quiso este escritor, odiado por su madre e hijo de un padre con tendencia a la promiscuidad, trasladarse a otros planetas y ahondar en un espacio no euclidiano. Sus viajes son cerebrales y aunque su soporte científico son las teorías einstenianas, rompe con ellas para bifurcarse en todos los senderos del tiempo. Este Lovecraft de la Nueva Inglaterra fue muy prolífico en sus escritos de carácter científico. Química y astronomía fueron ciencias desarrolladas por él en páginas del The Pawtuxet Valley Gleaner (Phoenix, Rhode Island) y en el The Tribune de Providence, entre 1897 y 1904.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 5. Sólo en librerías o por pedido.

viernes, 24 de abril de 2009

ShAkEspeaRe

y los alienígenas

por Esteban Lozano

Voy a dar un ejemplo de esas insospechadas conexiones que pueden aparecer si uno detiene un momento la marcha y mira atrás. Vale decir: si las busca (y si las busca, las encuentra).
Primero debo mencionar que en 1964, a los 8 años de edad, me convertí, sin saberlo, en un personaje de Juan José Saer. Bueno… no exactamente un personaje: un extra, para decirlo con propiedad. Dino Minitti dirigió una película titulada El encuentro, que se basaba en el cuento de Saer El taximetrista; estaba protagonizada por Héctor Pellegrini y María Cristina Laurenz (pareja emblemática del nuevo cine argentino de la década de 1960: Minitti también la dirigió en Un lugar al sol, y Rodolfo Kuhn hizo lo propio en Pajarito Gómez). El mismo Juani (como lo llamaban los amigos) Saer hizo la adaptación, y su dactilógrafo fue un tal Esteban Lozano (mi padre), por entonces ayudante de producción y primo del productor de la película. Mi debut como extra en cine se produjo de la mano de mi madre y transitando la vereda -opuesta a la estación de micros- de una manzana que ya no existe: avenida Caseros al mil. Ahí estoy, rechoncho dentro de mi trajecito de la primera comunión, tratando de igualar el apurado paso de mi madre que da la impresión de querer salir de cuadro cuanto antes.
Por esa época yo estaba fascinado con una serie televisiva que en la Argentina se tituló Rumbo a lo desconocido (The Outer Limits en el original). Todos los que teníamos por lo menos 8 años en aquella época recordamos aún la ominosa -en el doblaje, al menos- Voz del Control diciendo en la presentación: "Su televisor no está descompuesto. No trate de ajustar la imagen: nosotros estamos controlando todo lo que usted vea y oiga", mientras en la pantalla se sucedían, todas juntas, las catástrofes que a un televisor de válvulas -como el Capehart de mi familia- podían ocurrirle: se desenganchaban el horizontal y el vertical, la imagen se hacía borrosa, etc., algo así como el equivalente catódico del pueblito protagonista de Añoralgias, la zamba de Les Luthiers. Y mi fascinación tenía que ver, especialmente, con uno de los episodios de aquella serie, titulado Estudio de factibilidad.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 4. Sólo en librerías o por pedido.

Rodolfo Walsh

Letras y ron

por Enrique Arrosagaray

Jorge Ricardo Masetti, autor de "Los que luchan y los que lloran" -un librazo lamentablemente de escasa circulación- invitó a Rodolfo Walsh a sumarse a la redacción de la Agencia Latinoamericana de Noticias Prensa Latina, con sede en La Habana, tal vez en marzo, o no más allá de abril, de 1959. Rodolfo estaba en casa de Poupée Blanchard, su esposa por esos días -Montevideo 1009, primer piso, Capital Federal- y "cuando Rodolfo terminó de atender esa llamada de Masetti desde Cuba, su cara cambió" cuenta Poupée.
Masetti estaba desde enero en La Habana, en pleno apasionamiento revolucionario y la conducción triunfante le acababa de encomendar la creación de una agencia oficial e internacional de noticias que pudiera romper el cerco de las grandes agencias norteamericanas. Pavada de desafío para esos barbudos y para el propio Masetti que no los superaba en edad y que, si bien tenía alguna experiencia periodística desarrollada en Buenos Aires -Canal 7, Radio El Mundo, etc- no podía ser un hombre extremadamente experto. Pero era lo suficientemente inteligente, apasionado y emprendedor como para sumarse a las huestes caribeñas verdeolivas.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 12. En quioscos y librerías.

Luis Pujals

o las puertitas del Sr. López

por Rubén Sacchi

EL CUENTO DEL LOBO
López soñó con el lobo. Soñó que el lobo feroz llegaba a su casa y soplaba para derribarla. Su morada era sólida y resistía; él, un albañil de oficio, conocía de construcciones fuertes y también de resistencia. López, dormido, entonces se relajó, sabía que esas paredes que él había levantado con pericia no cederían y que, a diferencia del cuento, no había chimenea alguna por donde la fiera se pudiera colar.
López despertó con una sonrisa aún en los labios. Entendía la parábola del sueño y que el salvaje animal debía ser encerrado. El lobo también lo sabía, el lobo se supo soñado por López y no sopló, se agazapó en las sombras y aguardó que el refugio se abriese en la inocencia de creerse seguro, en la equivocación de pensar que el lobo, aunque siempre asesino, estaba solo, viejo y sin fuerzas. López se calzó la gorra y abrió su puerta a la brisa matinal. Lo que vio fue la última imagen de la paz.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 12. En quioscos y librerías.

Morrison: El círculo infinito

La ciencia del chamán

Por Diego Luis Forte

El lugar que la leyenda de Jim Morrison ocupa dentro de la cultura occidental es innegable. Aún luego de treinta años su cara está impresa en remeras, posters, revistas, etc; y gente que jamás escuchó a The Doors (y mucho menos leyó sus poemas) reconoce el rostro. Su imagen ha llegado ha convertirse en un ícono social como la cara del Che Guevara. Pero más allá de este tipo de cuestiones, lo que aún subsiste es algo más que un rostro impreso. Una inmensa cantidad de detalles borrosos se cuentan sobre su vida, las drogas, las mujeres, los escándalos. Pero todos los elementos que constituyen la leyenda nunca permiten ver el verdadero concepto que subyace a ella. Por eso es que debe distinguirse entre mito y leyenda: la leyenda suele estar anclada en hechos reales y suele tener matices ficcionales agregados. Lo que importa es el contenido, quién hizo qué, cuándo, dónde. Los mitos requieren forma. No importa el cuándo y el dónde mientras se mantenga la forma básica, es decir, el qué. Es por eso que suele pensarse que es más importante el mito que el hombre. De hecho su estructura precede al hombre. El mito es una estructura permanente referida simultáneamente al presente, pasado y futuro. Morrison es el héroe con brillante armadura dispuesto a matar al dragón y abrir los caminos de la percepción. O abrir cualquier cosa. Es el héroe, y mientras pelee por algo el mito existe. Es más, ni siquiera es necesario que sea él: podría ser cualquiera peleando por cualquier cosa. La estructura lo es todo, la forma lo es todo. Eso es lo que queda de los mitos, la forma. Morrison fue plenamente consciente de esto, por eso prefirió dedicar su vida al mito, aunque surgiera inevitablemente la leyenda. Morrison sabía qué es el mito, sabía que es parte de una cadena, por eso debía mantener la forma del ritual. Descreía de la leyenda porque sabía perfectamente que no había nada detrás de ella, era sólo un grupo de elementos desordenados sin ningún tipo de conexión más que el personaje mismo.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 12. En quioscos y librerías.

El hombre con la guitarra

Entrevista a Walter Malosetti

por Jorge Hardmeier

Para mí la figura de Walter Malosetti reúne varias cuestiones, por un lado la de toda una generación del jazz argentino y por otra la de un tipo que hizo de la enseñanza y la transmisión una decisión de vida. Estas palabras -a las que muchos suscriben, sin dudas- las pronunció Daniel Gagliano, director del documental “Solo de guitarra”. El documental, estrenado en 2004, es un recorrido por la vida y las músicas de Walter Malosetti, el mismo que me recibe en su departamento: una mesa rectangular de madera, un pequeño aparador y un par de sillas conforman todo el mobiliario. De la pared cuelgan cuadros de Peterson, de su hijo Javier y de otros músicos. En una esquina del cuarto descansa una guitarra.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

Monogamia y adulterio

por Tomás Cardoso

Me referiré a una enseñanza de Jesús, que ha provocado gran confusión: ya saben lo que decían antes: "no debes cometer adulterio. Pero yo digo, que quien mira a una mujer para codiciarla, ya ha cometido adulterio en su corazón".
Ignoro qué pensará mi lector, pero en cuanto a mí, no ha pasado un solo día de mi vida en que no haya codiciado, no a una, sino a muchas mujeres. Indagar esa discordia ética es el objetivo de esta nota.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

La cultura de las grandes ciudades

por Rubén Amaya

Este infernal hacinamiento de seres humanos no es un habitat natural ni tradicional en la historia del hombre.
A mediados del siglo XIX, la revolución industrial produjo, entre otras cosas, el amontonamiento de los seres humanos en las ciudades que, finalmente, nos encierran.Un momento significativo se produjo en la Francia de Napoleón III. Habiendo resuelto la remodelación de París, se encomendó esta tarea a un empresario, Eugenio Haussman. Este tuvo presente el desarrollo de la insurrección de 1848 que, si bien había terminado con la monarquía, fue escenario también de la fraternidad de la guardia nacional con los obreros. Las calles de París fueron bloqueadas por más de 2 mil barricadas levantadas con los adoquines de las mismas calles angostas y sinuosas, dificultando la represión militar.
Su proyecto para la nueva ciudad descansaba sobre algunos de estos conceptos: "Aislar los grandes edificios, palacios y cuarteles, de manera que resultaran más agradables... y simplificaran la defensa en momentos de revuelta... Asegurar la paz pública por medio de la creación de amplios boulevares que no sólo permitieran la circulación del aire y de la luz, sino también el fácil acceso y movimiento de tropas. Con esta ingeniosa combinación, el destino del pueblo se verá mejorado y su continua disposición a la revuelta disminuirá".

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

¿Zeitun es nuestra civilización?

por Hugo Alberto Ojeda

Mientras escribo esta oración, un niño palestino es despedazado por un misil israelí. Viena, Zeitun, Las Flores, Rafah y Buchenwald. ¿Rally terrorista?
Bruno Bettelheim cuenta que los hermanos Hamber, nacidos en Viena a principios del siglo pasado, prisioneros judíos de los nazis, eran mano de obra esclava en Buchenwald. En un día lluvioso de octubre de 1940, fueron "bailados" por un sargento de los SS. A uno de los Hamber, al tirarse al barro se le cayeron los lentes en una zanja. Le pidió permiso al SS para recuperar sus cristales indispensables. El sargento nazi lo autorizó y Hamber se zambulló en el agua podrida de la zanja. No los encontró y se zambulló de nuevo. Lo hizo varias veces y al fin se resignó a la pérdida. Pero el SS lo obligó a zambullirse una y otra vez. Hamber quedó extenuado y se resistió a seguir metiéndose en al agua. Pero el SS lo forzó a hundirse de nuevo. Una y otra vez, hasta que murió ahogado.
El exceso de pasado.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

El fútbol como arte

por Eduardo Silveyra

El fútbol es un arte y también una manifestación cultural que se ha globalizado por el poder de los medios de comunicación y los intereses económicos, que mueven cifras que podrían ser una parte importante del presupuesto de cualquier país subdesarrollado. Pero ese no es el costado que nos importa ahora, el fútbol es generador de otras cosas: genera fantasías, ilusiones, fracasos, derrotas y triunfos. La misma materia con la que está hecha también la literatura. Por eso no es de extrañar que muchos escritores hayan publicado alguna vez un cuento, un relato o un poema, tomando como tema a este juego, en el que el espíritu dionisiaco se expande en una circulación que va desde la cancha a la tribuna. O al revés, estableciendo una relación entre la euforia y la desazón de la hinchada con el triunfo o la derrota de los que construyen el juego. De ese hecho nace una estética única.
No se equivoca Eric Hobsbawn al decir: Quien vio jugar a la selección brasilera, no puede negar al fútbol su condición de arte.
Un arte construido por artistas que a veces ignoran que lo son. El checo Milan Kundera, en relación a esto, escribe: “tal vez los jugadores tengan la hermosura y la tragedia de las mariposas, que vuelan tan alto y tan bello pero que jamás pueden apreciar y admirarse en la belleza de su vuelo”. Una justificación melodramática, pero acertada.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

El escritor de los caminos en el agua

Notas sobre Engranajes de sangre, segundo libro de Nicolás Correa

por Federico Cannizzaro

Frente a una multitud de sujetos hipereufóricos, un loco se sienta apaciblemente a tomar nota del hecho. La descripción es leída por un suicida que, sobre un acantilado, antes de saltar al vacío, arroja el manuscrito seguido de su cuerpo. El manuscrito se esparce por el agua, las hojas se deshacen y se pierden en la inmensidad del mar. Nada ha sucedido, el agua lo ha redimido para siempre.
Siete historias completan este manuscrito arrojado al mar. Siete Engranajes de sangre cuya incesante rotación es la perfección del libro. Siete son los escenarios que convocan una y siempre la misma voluntad: la acción que encuentra su fin en la desaparición próxima.
Los personajes del segundo libro de Nicolás Correa se enfrentan a un doble riesgo: soportar sus míseras condiciones de existencia y enfrentar al otro, no menos afortunado, que pugna por sobrevivir de tal modo en que sólo es posible existir anulando a su adversario.

Nota completa en la edición impresa de Lilith Nº 13. Aparece en mayo.

viernes, 17 de abril de 2009

Poema inédito

por Rubén Sacchi

Blanca

Otra vez los muertos
danzan este ritual
torturante.
No es su culpa.
La noche los convoca.
Vienen toditos
desde mi nostalgia
y mis recuerdos.
Ladran y maúllan en mi hueco,
como queriendo decir:
Dios no existe.